Volver
AMIGUITERAPIA
octubre 28, 2022

“Vamos a reírnos de todo, porque la tristeza no se cura con más tristeza”. Bob Marley.

 

A veces no somos conscientes de lo importe que es reírse. Es, verdaderamente, una terapia. A mí, personalmente, me cambia la vida. Ayer sin ir más lejos: tuve un día difícil. Ni mejor ni peor, simplemente intenso, cargadito a todos los niveles, profesional y personalmente. De esos días que respiras por necesidad, porque si fuese voluntario eso de inhalar y exhalar, oye, yo, ayer, lo hubiese sacado de mi agenda, porque ni tiempo para ello… Al acabar el día quedé con unas amigas, sin otro plan más especial (y la vez tan sumamente necesario) que el de vernos, conectar mínimamente con la historia de cada una, romper la semana y ponernos al día. Algo sencillo y sin demasiadas ceremonias: una copa de vino en un ratito nada exagerado y ale, para casa. No pude reírme más. Y volví a casa renovada, sin poder dejar de sonreír.

Hay muchas formas de reír o sonreír. Mira, yo me río mucho de mí misma. Gracias a Dios (o a Buda, no lo sé… porque creo en todo y no predico de nada) he aprendido a hacerlo. No es fácil eh. Pero también es una terapia. Al final, tú mejor que nadie sabes dónde y cómo sueles meter la pata. Y te confieso que igual antes me enfadaba o peor, me avergonzaba (bueno, esto te reconozco que según qué y cómo, me sigue pasando porque, a veces, soy verdaderamente torpe…) pero oye, qué cambio cuando aprendí a reírme de mis propios (y múltiples) defectos y de mis habituales meteduras de pata… Y mira, no te creas nada, compruébalo: el próximo día que vayas con tus tacones y tropieces (ah, ¡¿qué a ti no te pasa?!), verbaliza el “mira que llego a ser torpe” y luego añádele un gracioso “pero suerte que soy guapa, oiga” y vístelo con una sonrisa… Tus amigas, tu pareja, tus hijos se van a reír igual. Las 500 personas que te han visto tropezar en la calle se van a reír igual… ¿Por qué no vas a reírte tú? Si se tropieza la/el de al lado, bien que te hubieses reído, ¿verdad? ¡Pues humildad, hombre! Pon un poco de humor a tu torpeza y aprende a transformar el victimista “se ríen de mí” hacia el optimista “se ríen conmigo”, porque no veas cómo cambia el cuento y la percepción de lo que está sucediendo…

También te puedes reír acompañada. Y no hablo, para nada, de reírse del otro. No, no. Eso está prohibido. Ahora sí, me refiero a reírse con el otro, lo que viene siendo una terapia de grupo o, como le llamo yo, la “amiguiterapia”. Maravilloso. Hay consejos fundamentales para que esa terapia sea altamente eficaz sin demasiado esfuerzo. Apunta: primero: escoge bien con quién puedes y quieres reírte. Sabes que los amigos los hay de muchos tipos. Por ponerte algún ejemplo típico: tienes al filósofo: el que siempre está dispuesto a escuchar tus penas y darte los mejores consejos, pero tal vez no es demasiado divertido…; luego está el Peter Pan o fiestero incansable, que está bien para un ratito, pero no es lo que buscamos…; luego el amigo Google: que sirve para culturizarte y organizarte las mejores rutas, muy útil, pero suele generar poca sonrisa…; luego el mochilero: con el que montas los mejores viajes porque sois idénticos en organización, pero igual el foco no es escapar esta vez… Y así un largo etcétera. Escoge a una persona o personas poco victimistas, con gran capacidad para reírse de ellas mismas y ver más allá de su propia historia. Segundo: fluye. No puedes disfrutar si no te quitas el corsé. A ese vino tienes que llegar con tu historia, está claro, pero dispuesto a transformarla y con la actitud y el ánimo suficientes para darle la vuelta a tu día.

Con las personas adecuadas y la mente abierta, la risa está asegurada y, con ella, todo lo positivo que reír te aporta. Y está científicamente comprobado (para los escépticos): al reír, el córtex del cerebro se activa y libera unos impulsos eléctricos que expulsan la energía negativa del cuerpo porque se liberan endorfinas, serotonina, dopamina y adrenalina. Y ¡qué guapa está una persona cuando ríe con ganas y de corazón! Porque al reírte, arrugas la piel, pero desenredas el alma.

Montse Hernández

Recibe nuestra newsletter

Martínez Comín