Volver
¿DESCARO O AMABILIDAD?
octubre 21, 2022

“Todo lo que conocemos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad”. Marco Aurelio.

 

Esta semana me ha pasado una cosa, cuanto menos, graciosa: estaba en restaurante cenando con dos amigos maravillosos. Sentados en una mesita redonda, en semicírculo, yo (el burro delante) en el centro, y cada de uno de ellos (ambos chicos) a cada uno de mis lados. Enfrente de mí, una mesa con otros dos chicos, cenando también. Durante la cena, uno de ellos me dedicó algunas sonrisas. Neutro para mí: alguna la devolví por cortesía (mi neurona espejo está muy bien entrenada), el resto, las ignoré con cierta maestría. En algún momento (del que no me percaté), en esa misma mesa de enfrente, uno de los dos se marchó, quedando solo el otro. Al final de la velada, estando ya nosotros en los postres, se acercó una camarera portando una bebida y, tras interrumpir nuestra conversación, nos anunció que el caballero de la mesa de enfrente nos invitaba, a cada uno de nosotros, a una copa. Por cortesía, le invitamos a sentarse a nuestra mesa. Invitación que no tardó en aceptar… Tras una corta presentación para ponernos nombre, iniciamos la típica conversación de ascensor. Al poco rato su intención se hizo más que evidente, hasta que acabó cogiéndome la mano y, sin soltarla, me propuso directamente (pese a estar yo tan bien acompañada por mis chicos), quedarme con él a tomar una segunda copa… Tras superar el shock que provoca algo propuesto con tanta claridad, rápidamente le agradecimos el gesto y nos despedimos poniendo alguna que otra excusa típica (es que mañana madrugamos…) y abandonamos el lugar esos mismos tres que habíamos entrado, sin sumar ni restar acompañantes a la salida…

 

Me resultó curiosa mi propia reactividad ante una situación, una realidad que, per se, es absolutamente neutra. ¿Qué había pasado? Si nos ceñimos a los hechos, algo tan sencillo, natural y humano como que una persona atraída por otra, le propone a esta última pasar más tiempo juntos y conocerse. Y ahí me paro porque la verdad es que el cómo nos imaginamos todos que este tipo quería que acabara la noche es, en realidad, una ficción de nuestra mente, no una realidad contrastable. ¿Mi interpretación? Doble: por un lado, sienta bien y refuerza la autoestima ese cortejo, ¡qué caray! Por otro lado, mi discurso fue sentenciador al instante: ¡vaya situación más surrealista y descarada! El tipo me ve acompañada y flanqueada por dos hombres, sin saber si alguno de ellos podía ser mi pareja (que no, no lo eran, pero anda que si lo hubiesen sido…) y, vamos, ni se lo plantea (o peor, tal vez se lo ha planteado, pero le ha dado igual, qué descaro…) y oye, ahí que se ha acercado, a la caza directa, con la clara intención de no pasar la noche solo…Desde luego…

 

Sinceramente, es más que probable que, en este caso, mi interpretación se acerque más a su intención… pero si lo pienso en frío y soy sincera: oye, a mí sólo me cogió de la mano (uy, la mano…) y me propuso tomar una segunda copa. ¿El resto? El resto nos los inventamos nosotros haciendo suposiciones sobre qué pretendía. Pero nadie, absolutamente nadie salvo él mismo, puede saber cuál era su verdadera intención.

 

Pues bien, eso nos pasa a diario. Estamos acostumbrados a interpretar y reinterpretar la realidad de forma totalmente subjetiva y prejuiciada, alterándola y maquillándola constantemente, porque las experiencias, en sí mismas, son neutras: somos nosotros quienes, con nuestro pensamiento y nuestra emoción, coloreamos a nuestro antojo eso que está sucediendo. A veces, si lo pintamos demasiado bonito nos pasa que, al final, se nos frustra la expectativa (cuando esa realidad no alcanza nuestro paradigma). A veces, si lo pintamos demasiado gris, nos pasa que nos montamos una película nominada al mejor guion de ficción que, al final, nos hiere y, peor, puede herir a otras personas.

 

Entonces, si la realidad no tiene sabor ni color, deberíamos aprender a honrarla tal y como es: neutra, limpia de expectativas y destructores, sin escenarios colaterales inventados. La realidad es siempre mucho más amable de lo que uno se imagina. Tratemos de respetarla.

Montse Hernández

Recibe nuestra newsletter

Martínez Comín