Volver
RE-CONOZCÁMONOS
septiembre 28, 2022

“El éxito no proviene del reconocimiento ajeno.
Es el resultado de lo que sembraste con amor”. Paulo Cohelo.

Creo que reconocer es una de las palabras con más acepciones y más profundidad que conozco. A mí me gusta jugar con las palabras, con su significado y su sentido, pero no con quien las siente cuando las usa.

¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando piensas en qué significa “reconocer”? Si haces la prueba, verás que la mayoría de las personas de tu entorno ante esa pregunta, asocian la acción de reconocer o el nombre reconocimiento a términos de valoración, es decir, de forma casi automática asocian esas palabras con su acepción ligada al mérito. Muchas personas llevan consigo la herida de la valoración por terceros, la necesidad de ser vistas y reconocidas por los demás para sentirse parte de algo. Como si su propia valoración de ellas mismas, su propia autoestima, no fuese suficiente. Y confían el quererse a la opinión de los demás, lo que inexorablemente conduce a la falsa expectativa, a la frustración y, a veces, al victimismo, al egoísmo.

Pero hay que darle más oportunidades al lenguaje. Y a mí la palabra “re-conocer” me gusta porque, considero, significa tres cosas en una:

La primera: en la vida debemos tener la oportunidad (y a veces, deberíamos tener la obligación) de conocer, de aprender profundamente sobre las personas, los lugares, las historias, lo tangible, lo intangible, lo mundano y lo divino, porque ese conocimiento nos permite forjar una opinión que, lejos de ser más o menos cierta (porque la opinión es, en gran medida, subjetiva) es, cuanto menos, fundada, aunque sea bajo nuestro propio criterio. En cualquier caso, debemos huir de opinar sin conocer, porque eso es puro prejuicio y como tal, es arriesgado para quien lo crea y dañino para quien lo sufre.

La segunda: en la vida, debemos encontrar el momento y tener la valentía de desaprender para volver a conocer, de desprogramarnos para tener la oportunidad de ver las cosas desde otra perspectiva. Y de ahí nace mi particular re-conocer, porque sí, porque nuestra forma de ver las cosas, así como las cosas en sí mismas, cambian con el paso del tiempo. Muchas veces aquello que creías conocer se ha transformado, ha evolucionado y ya no tiene nada que ver con lo que tú te empeñas en creer que sigue siendo. Así que debemos ser humildes y asumir que nuestras creencias no son verdad absoluta. Re-conocer nos da una segunda oportunidad a nosotros mismos para expandir nuestra mente y eliminar falsas creencias arraigadas y, a su vez, le da una segunda oportunidad a aquél o aquello sobre lo que modificamos nuestra perspectiva.

La tercera: en la vida, una vez conoces, desaprendes lo conocido y vuelves a re-conocer, debes poner empeño en reconocer propiamente, es decir, en valorar a las personas, las cosas, los lugares, las historias… Sobre todo, a las personas: porque nos merecemos (ves, maldito reconocimiento) que se nos conozca, se nos re-conozca y se nos reconozca. ¿De qué te sirve esmerarte en conocer si luego no tienes la humildad y la honestidad para valorar?

Fíjate que este proceso muestra una tríada de madurez, de aprendizaje, de responsabilidad con lo/s que forma/n parte de nuestra vida. A quienes no se molestan en conocer, no podemos pedirles nada más, ni que cambien su perspectiva ni que valoren. Quedan anclados a sus profundas creencias oportunistas y a su propio ego. Para que eso no suceda, te invito a que te rebeles, a que indagues, cuestiones, verifiques y recalifiques tus propias creencias, para superar el estadio de ignorancia y alcanzar la madurez y que desde allí, tengas la bondad de valorar (y no desmerecer) todo aquello y a todos aquellos con los que compartes la vida.

Recibe nuestra newsletter

Martínez Comín