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¿SIGUES LLEVANDO PIJAMA?
abril 1, 2022

“A quienes no quieran cambiar, déjalos dormir”. Rumi

Son demasiadas las personas que viven en un estado permanente de narcolepsia emocional. Verás, se trata de personas que, pese a tener los ojos abiertos y simular estar despiertas, en realidad, viven dormidas, consumidas por su rutina o peor, por su ego, de tal forma que anulan cualquier atisbo de avanzar, sea por comodidad o por ignorancia (creedme, hay muchas personas que no se han dado cuenta de que siguen dormidas).

Ayer mismo, sir ir más lejos, viví una situación leve, pero demasiado absurda: entraba mi coche en el parking, para estacionarlo. Este parking tiene dos entradas, por dos calles distintas, de tal forma que, si un coche entra por una calle, la rampita que permite el acceso al primer subterráneo te queda a la derecha y si entras por la otra calle, a la izquierda. Un sola rampa, dos sentidos de entrada. ¿Fácil no? Bien, pues justo entrando yo por una de esas calles y queriendo acceder a la rampa para ir al subterráneo, ya en bajada, me encuentro de frente con un coche que quería subirla. Claro, era más fácil para ese coche tirar marcha atrás que para mí. Pero de repente, una chica muy alterada, se baja de ese coche y empieza a gritarme a la voz de “¡vas en sentido contrario!” Mira, yo entendía nada. Voy en bajada, sí, pero es el único acceso al subterráneo, tanto de entrada como de salida. Parece que ella consideraba que por esa rampa podíamos maniobrar las dos a la vez (que no era posible) y que toda la culpa era mía porque, según ella, yo había entrado al parking en sentido contrario, lo que, según ella, me había llevado a coger la rampa por la izquierda y no por la derecha y por eso no cabíamos las dos. Un absurdo que aun no entiendo. Os confesaré que al principio yo también me alteré y traté de explicarle lo de las dos entradas del parking, lo de la única rampa para subir y bajar… pero enseguida me di cuenta de que era inútil: cada vez que yo trataba de hacerle entender, ella elevaba más el tono y se reafirmaba en que yo había entrado y circulado en sentido contrario. Así que mi incredulidad inicial se fue tornando pena. Y en un segundo de silencio, conseguí simplemente decirle: “no voy a discutir más. Ya te acostumbrarás al funcionamiento de este parking. Suerte y paciencia. Espero que tengas un buen día”. Sin duda, esa persona iba con el piloto automático, el reactivo. Y me di cuenta de que, pese a estar bien despierta (a juzgar por su elevado tono y coraje en la respuesta), en realidad, se trataba de uno de esos zombis emocionales que se pasean con su falsa y dormida energía.

Y nos perdemos tanto por querer mantenernos dormidos… Es verdad que despertar implica sacrificio y requiere, además, de toneladas de humildad y sacos de honestidad, para reconocer la necesidad y la oportunidad en el cambio. Pero el resultado compensa, sin duda alguna, el esfuerzo: el alivio y el crecimiento que genera el estar atento, el sintonizar, el compartir, el escuchar, el opinar sin juzgar, el estar abierto a una nueva realidad es, sin duda, mucho más reconfortante que el quedarse en pijama toda la vida, ahí, bien acurrucaditos en nuestra particular forma de interpretar la realidad, separados del mundo. Decía Rumi que a quien no quiere despertar, déjalo dormir. Y así es: no vas a conseguir que alguien dormido entienda que debe despertar, a menos que realmente esté dispuesto a hacerlo. Pero es verdad que a veces no es tan sencillo, querido Rumi, porque el hecho que el de al lado permanezca dormido nos arrastra a compartir las consecuencias de ese estado de narcolepsia: cuando el dormido va por libre, bien, le dejamos que duerma y nosotros avanzamos; pero cuando el dormido debe ir de la mano del despierto, es casi imposible encontrar un equilibrio, porque si el que padece narcolepsia no se quiere medicar, el despierto se ve obligado a frenar, y la balanza irá de un lado a otro, con demasiado mareo para ambos y, seguramente, poco resultado.

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Martínez Comín